Por lo menos, lo intentamos.

Me gustó porque era defectuosa, realista y radical, y me recordaba que nada en la vida era perfecto. Alguien tenía que hacerme pisar la tierra.

Me gustó porque tenía secretos, cicatrices en el pecho y un pasado que la hacía actuar de forma peculiar. Me recordaba que yo tenía un lado curioso e intrépido que destacar.
Me gustó porque me convertía en alguien diferente, día tras día, en la ilusión de un valiente. Mentira. Ni me salvó, ni la salvé. Sólo cavamos nuestra tumba con los años pero escribimos juntos el epitafio:
— Por lo menos, lo intentamos.
- Monólogos de un amor que no se dio III, Alberto B



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